sábado, 28 de diciembre de 2013

Porque.

Por qué
hay tanta diferencia entre ojearte las piernas y deshojarte en mi cuaderno.
Por qué
entre matarme y atarme hay más que un juego de palabras.
Por qué
querer y tener se rozan pero no se abrazan.
Por qué
no debería quererte.
Esa es la pregunta.

Te quiero porque el espacio que hay entre tus párpados y tu iris está en blanco para que yo escriba ahí. Porque haces que se me atraganten los peros y que pueda escupir todos los ojalás. Porque prefiero quererte a ti antes que a un personaje inventado sobre un folio.
Te quiero porque ya es una necesidad, porque cuanto más te quiero más siento que te necesito y te quiero aún más y entro en un círculo vicioso, vicioso de ti. Te quiero porque me odiaría si no lo hiciera.
Te quiero por cómo haces que me estremezca cuando me muerdes el labio, porque haces que me guste la cerveza, pero sólo cuando es de tu boca. Te quiero por la delicadeza con la que me coges la mano y luego la aprietas más fuerte para hacerme sentir segura, por tu manera de apartarme el pelo de la cara, por cómo haces que el sol se rinda ante nosotros y cree un atardecer precioso, te quiero porque me haces ir despacio y verlo todo de otra manera.

Te quiero
cerca cuando la noche se me echa encima y las sábanas ya no tapan,
lejos cuando siento que te quiero más de lo que debería,
encima, y debajo, y contra la pared.
Te quiero cuando nadie esté 
y cuando todos miren.
Te quiero para siempre
y como nunca he querido.
Pero te quiero.

sábado, 30 de noviembre de 2013

Eu queroche moito.

He estado un buen rato mirando este papel en blanco.
Puede parecer una tontería, pero es tan bello que quisiera utilizarlo sólo para cosas bellas.
Quisiera describir algo puro y sencillo, tanto como esta hoja en blanco.
Pero ni siquiera encontraría palabras que pudieran ayudarme.
A veces con las palabras más bruscas y grotescas se dicen cosas maravillosas.
Ahora mismo no se me ocurre nada tan especial. Es mentira.
Sí se me ocurre. Se me ocurre cada mañana al despertarme y cada noche al acostarme. Se me ocurren cosas tan maravillosas que quisiera que ese intervalo no acabara nunca. Es más, quisiera compartirlo con alguien muy especial.
Me parece egoísta el compartirlo tan solo con mi almohada, con mis sábanas, en mi cama, en mi habitación. Sola.
Pero sólo con ella, con esa soledad se me ocurren esas cosas tan maravillosas, ¿por qué?
Porque es la única que las conoce, sólo ella.
A veces, quisiera viajar con ella y, oculta tras la oscuridad, descubrir esa soledad que ella va a buscar, con la que va a compartir mis cosas.
Esa otra soledad, que yo desconozco pero que conoce todo lo que yo pienso, solo puede estar en un sitio, nada más. Y éste, es sólo con él, sólo puede ser la suya.
Es egoísta querer ocupar esa soledad ajena pero quisiera conocerla, sentirme como una intrusa y observarla a escondidas, sólo observarla.
Envuelta en ella me siento extraña.
Siento tristeza y regocijo a la vez, ternura y calor pero el aire es frío y la siento lejos.
Me falta esa otra a la que ella va a buscar, entonces todo sería regocijo, ternura y calor. Todo sería.
Una enorme tristeza me inunda ahora mismo añorando este momento.
Tan sólo quisiera observarla una vez, sólo una vez.
Observar sus movimientos lentos, con cuidado; observar su rostro cándido como el de un bebé, y firme como el de un hombre.
Si él me observara vería como, tumbada en la cama, con los ojos abiertos de par en par, miro al techo, busco la ventana y a través del cielo le busco a él. Encogida y acurrucada en la cama, acariciando la almohada, sintiendo su falta a mi lado. Con los ojos cerrados trato de sentirle e incluso llego a acariciarme sin querer, excusando que son sus manos las que me rozan, no las mías.
Y así, abrazándome a mi misma y recostándome en su ausente pecho me quedo dormida todas las noches, y al despertarme y ver que he pasado otra noche sola me quedo despierta, mirando al techo y buscando la ventana, sintiendo su falta, como si su presencia hubiera volado por la ventana.
Cada día al levantarme pienso en que él estuvo allí, como cada noche.
Pero me doy cuenta de que fue esa soledad, que marcha junto a la suya, la que me hace creer esto cada noche, cada mañana.



[Valorar, aún más, este texto,
 ya que no es mío,
es de la mujer que me trajo al mundo.]

domingo, 24 de noviembre de 2013

Lo que nadie puede escribir.

¿Sabes esa sensación cuando vuelves a escuchar un disco que te encantaba y hace mucho que no lo escuchabas? Creo que es la misma sensación que experimentas cuando sales de un concierto. ¿Sabes esa sensación cuando metes los pies en los huecos del radiador? Creo que es lo mismo que sientes cuando abres un libro y huele a nuevo. ¿Sabes esa sensación cuando comes chocolate? Creo que es la misma que sientes cuando te abrazan tan fuerte que parece que os vais a fundir en una sola persona.
Y creo que todo eso se llama felicidad.
También creo que la felicidad es algo momentáneo, algo que sientes en momentos concretos, con ciertas personas o a solas, con detalles pequeños o temporadas enteras. Creo que no hace falta comprarte una camiseta nueva o tener una cita que acabe con un beso para ser feliz. Puedes ser feliz cuando te desvelas por la noche, miras el despertador y ves que todavía te quedan horas de sueño; o puedes serlo acariciando el pelo de tu gato; o escribiendo en cursiva.
La felicidad no es 'una racha de buena suerte'.
También creo que es injusto pensar que la felicidad es instantánea y la tristeza dura demasiado. Eso tampoco tiene por qué ser así. Incluso cuando estás triste hay detalles y personas que te hacen sentirte un poco mejor, puede que no llegues a alcanzar la felicidad en ese momento, pero ya no eres totalmente triste.
A mí me gusta jugar con la felicidad al escondite, primero se esconde, la busco, a veces tardo muy poco y otras un rato más largo, pero la encuentro, luego me busca ella a mí, me vuelve a encontrar.
Yo creo que odio más cosas de las que me gustan, odio los sitios con mucha gente, odio tener la nariz fría, odio que la gente se lo tome todo demasiado enserio, odio que se me olviden las cosas, odio ponerme insoportable cuando me cabreo, odio la leche caliente y la carne poco hecha, odio las monedas de uno y dos céntimos, y odio necesitarlas, al igual que me pasa con las personas.
También tengo demasiadas manías y obsesiones, como enjuagar dos veces el vaso antes de llenarlo, como pensar en todo demasiado, como olerme las yemas de los dedos, como aguantar que suene dos veces el móvil para mirarlo, como quedarme cinco minutos de reloj más en la cama, como apuntar canciones y frases que me gusten, como que siempre izquierda, números pares y negro antes que blanco.
En cambio no creo en las casualidades, ni en más de dos oportunidades, ni en que el amor entre dos personas del mismo sexo sea ilegal. Tampoco creo en que la gente cambia por completo, ni en las princesas de Disney, ni en que nos olvidemos de las personas. Ni siquiera creo que entendáis muchas veces lo que quiero decir.
Pero al final todo se resume en saber distinguir el bien del mal, el poder y el querer, el saber y el ignorar, el hablar y el callar. Y al final vuelve a ser domingo, y te das cuenta de que Maldita Nerea tenía razón, que 'todo son palabras que no significan nada, pero llegan al alma'.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Dime cómo.

He visto
como se formaba esa arruga al final de tus labios cuando sonríes,
como se te erizaba el vello al rozar mi cadera,
como me dejabas sin aire queriéndome dejar sin yugular.

He sentido 
como tus labios querían arder al besar los míos,
como las palabras que no decíamos me acariciaban la oreja,
como abrazabas mi corazón para quitarme los miedos.

Me he preguntado
cómo eras capaz de hacerme sentir tan tuya,
cómo preparabas esos cafés,
cómo y por qué.

Y entendí lo que era el amor.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Pequeña de las dudas infinitas.

Estoy cansada de contar historias tristes y deprimentes.
Quisiera no hacerlo, pero siento que si no me ahogan.
Debéis estar cansados, vosotros también, de oír siempre la misma canción, debéis pensar que soy estúpida.
No sé por qué os estoy escribiendo esto... pero me sacia.
Debajo de todo esto se evaporan todas las dudas, y confusiones. Acerca de qué o de quién.

Algunos no llegaréis a entenderme, y no os culpo, mi cabeza está demasiado desquiciada ya.
Pero otros sabréis de lo que hablo.
De lo complicado que llega a parecer todo.
Pero a mí me gustan las cosas así, difíciles e imposibles al primer vistazo. Porque muchas veces son las que mejores recompensas nos ofrecen.
Pero otras veces, se lucha en vano.
Y me revienta.
Me revienta cuando me levanto a las siete de la mañana y se me cae el azúcar fuera de la taza,
me revienta cuando me equivoco escribiendo a boli y tengo que tachar,
me revienta cuando la única parte helada de mi cuerpo es la nariz,
me revienta irme por las ramas.
Pero supongo que son cosas que no puedo evitar sentir, y de esa forma, escribir.

Os prometo que, si pudiera, escribiría sólo cosas felices y graciosas. Pero entonces no me desahogaría.
Os prometo que, si pudiera, dejaría de escribir sólo para ser feliz. Pero es que yo soy feliz así, escribiendo.

Si ya lo decía Bécquer,


Mientras se sienta que se ríe el alma, 
sin que los labios rían; 
mientras se llore, sin que el llanto acuda 
a nublar la pupila; 
mientras el corazón y la cabeza 
batallando prosigan, 
mientras haya esperanzas y recuerdos, 
¡habrá poesía! 



Mientras haya unos ojos que reflejen 
los ojos que los miran, 
mientras responda el labio suspirando 
al labio que suspira, 
mientras sentirse puedan en un beso 
dos almas confundidas, 
mientras exista una mujer hermosa, 
¡habrá poesía!

sábado, 9 de noviembre de 2013

Carta a la h que no quería ser muda:

Yo no sé escribir poesía. No sé dibujar bien. Tampoco sé sobre las estrellas o sobre las galaxias. Y mucho menos sé sobre películas de los años 50.
Pero tus labios han sido lo más cercano a escribir poesía que he tenido a mi alcance. Pero dibujar tu silueta en mi cama sí que se me daba bien. Pero podía contar tus lunares como estrellas y jugar con ellos como si fuera Dios colocando galaxias. Aunque sobre las películas de los años 50 sigo sin saber nada, porque cuando tú me ponías una de ellas yo me quedaba embobada mirando cómo se te erizaba el pelo al ver actuar a Audrey Hepburn.

Yo no sé cómo llegaste a quererme, ni cómo dejaste que me enamorase tanto de ti... pero no quería saber la respuesta.
No quería ver atardecer sin ti, no quería cantarle a otro oído, no quería mancharle la nariz de nata a nadie que no fueras tú, no quería que me apeteciesen más otras caderas, no quería sentir calor en otros brazos, no quería perderme en otros ojitos tristes.
Y sigo sin querer.
Pero te sigo queriendo a ti.
A ti y al ángulo perfecto que se creaba entre tus ojos y el papel manchado por mis tachones y mis párrafos inentendibles.
A ti y a tus ojeras.
A ti y a la forma en la que tus te quieros salían directamente de tus labios para acariciar mi tímpano.
A ti, a sístole y diástole.

Besarte los sueños, dolerte las heridas,
quererte el dolor, maltratarte la felicidad,
rezarte las cartas, imprimirte la piel,
romperte las ganas, arreglarte el insomnio,
gritarte los silencios, ahogarte las frases.

PD:
A ti, Mi Amor.

Declaración de desamor.

Jamás pensé que mereciésemos el cielo, aunque tú me lo prometieses a cada paso.
Siempre que fuera contigo me daba igual ir al infierno.
Pero yo sigo en la Tierra.
Y tú te has ido.

Y hoy te echa de menos la tacita de té. La lamparilla añora a tu sombra, el teclado tus dedos, pero no sé si tanto como extraña mi alfombra tu espalda.
Mis manos echan de menos tu pelo y tu cuello y tu ombligo. Y mi dolor echa de menos que le seas infiel.
Dile a tu clavícula que lo siento, que todos esos mordisquitos llevaban más parte de vicio que de amor. Pídele perdón a tu cabecero por querer romperlo. Excúsame con tus oídos porque han tenido que escuchar demasiadas tonterías como estas.
Háblale a tus bolígrafos de cómo será de larga su existencia ahora que no estoy yo para gastarlos hablando de magia. Cuéntale a la furgoneta que ya no habrá más escapadas exprés para ver llover en el norte o para pasear por la playa al sur. Dile a tu bañera que no se preocupe, que ya no sufrirá más de romanticismo.
Vuelve para abrazarme tan fuerte que mis costillas sientan tu piel, que tus susurros me hagan cosquillas en la oreja mientras murmuras palabras que sean solo para mí. 
Vuelve a permitirle a tu risa que inunde mi pecho de satisfacción.
Vuelve para gritarle a los ángeles que el cielo no es límite.
Vuelve para robarle el caballo al jinete de la muerte y así vuelvas, no aquí, sino a mí.

Me declaraste la guerra,
aunque la G no se presentase con Gusto,
aunque la U se fue en busca de Ultraje,
aunque a la E no se la vió muy Emocionada,
aunque las RR no fueron capaces de Repartir tu Risa,
aunque la A no te quiso traer de vuelta Aquí, conmigo.


Texto con ayuda de @97_rocio ]

miércoles, 23 de octubre de 2013

Segundas partes que nadie escribió.

Cuando le entregas tu corazón a alguien lo haces con la esperanza de que no tengan que devolvértelo. Aunque pocas veces acertamos a la primera.
Necesitamos posarlo en algunas manos que nos lo devuelvan sucio, desarreglado, maltratado y herido para que cuando rocen los dedos indicados sepamos que esas son las manos adecuadas. Las manos a las que va a pertenecer el resto de su vida. Cuando roza esas manos y vemos que bombea al mismo ritmo que esa persona respira. Cuando parece que nos mira desde ahí abajo y nos dice ''déjame quedarme aquí''.
Cuando te lo devuelven malherido, intentas encajártelo de nuevo en el hueco, coserte el pecho y seguir como si nada, pero no. Eso nunca ocurre. Un corazón sabe lo suficiente sobre el amor cuando ya no encaja perfectamente.

Y entonces vamos con la vida cansada dando tumbos. Vamos con medias tintas en el pulmón y casi sin tinta en el bolígrafo. Vamos desarmando los planes al destino con nuestra cabecita loca. Vamos intoxicándonos de nosotros mismos.
Pero vamos.
Quizá vayamos despacio o sin conocer el límite de velocidad. Quizá vayamos dando acelerones, aparcando en doble fila o presionando con el claxon al de delante. Quizá vayamos corriendo para luego pararnos en seco. Quizá vayamos por el carril contrario.
Pero vamos.
Vamos fijándonos más en los detalles. Vamos analizando a las personas desde el asiento del autobús. Vamos escuchando canciones en acústico mientras observamos cómo se mueven las nubes, despacito y con elegancia. Vamos valorando aún más a la gente que queremos. Vamos suplementando nuestros propios pensamientos.
Pero vamos.

Y seguiremos yendo por mucho que el camino se ponga cuesta arriba, por muchas curvas que tenga o por muchos baches que nos hagan disminuir el ritmo.
Seguiremos yendo mientras el de la izquierda nos lo permita.

jueves, 17 de octubre de 2013

Jugamos a ser humanos.

Necesitar es el Oxígeno y el Dióxido a partes iguales.
Necesitar es acabar un libro y querer seguir leyéndotelo.
Necesitar es la lluvia empapándolo todo y aún así tener una brillante sonrisa en la cara.
Es comerte los labios y seguir teniendo hambre para tu cuello.
Es el vértigo al asomarme a tu cadera.
Es el perfume de los sábados.
Es morirte por los dos primeros botones desabrochados de una camisa.
Es un montón de cicatrices que no te importa enseñar cuando te subes la falda más allá de las rodillas.
Es un café caliente desde primera hora para hacerle frente a otro día de trabajo.
Es el piti de después y las caricias de antemano.
Necesitar es calor humano en Agosto y frío emocional en Noviembre.
Necesitar es una palmadita en la espalda para coger confianza.
Necesitar son los ojalás.
Son los chocolates suizos que me manda mi tío.
Son las cosquillas que te hacen tirarte al suelo.
Son las ganas de quedarte encerrada en unas costillas.
Son los bailes pisando los pies.
Son las poesías de Bécquer.
Son las teclas del piano.
Son las fotografías en blanco y negro.
Necesitar es los cascos en el metro.
Necesitar es el placer de poder dormir cinco minutos más.
Necesitar es ese ''ya te lo dije'' de una madre, por mucho que te hiera el orgullo.
Es la luz de un faro en el puerto, o de TU luz en MI puerto.
Es una llamada perdida.
Es que te den un abrazo aunque tú no lo pidas.
Es escribir un domingo.
Es descubrir pequeñas joyitas en antiguos borradores.
Es el tú más profundo de mi yo.

sábado, 5 de octubre de 2013

Viajes sin retorno a mis adentros.

A veces se rompe en mil trocitos o se queda totalmente vacío.
A veces nos hace imaginar, soñar, creer.
A veces nos ciega y otras parece estar hecho para mirarlo durante horas.
A veces un cuadro que te atrapa, otras un poema demasiado sentimental.
E incluso a veces parece bailar.

Él siempre avanza. Siempre mira hacia delante, pero a la vez nunca te abandona. Es capaz de transmitirte la mayor paz nunca lograda con un solo destello. Es capaz de hacerte cambiar de estado de ánimo junto con un par de canciones de los años 80.

Algunas mañanas te invita a pasear, le da color a las amapolas y crea ese ambiente primaveral que a todo el mundo le hace sentir arropado. Pero ciertas mañanas se despierta revoltoso y no le da la gana que te quites el pijama en todo el domingo.
Las estrellas son luces de neón con las que alguien alguna vez ha comparado unos ojos en algún delirio nocturno. Pero la Luna... ay. Ella le ilumina cuando todo se apaga. Le complementa y le hace bonito. Ella le hace amanecer con un precioso color naranja y unas nubes rosas que parecen pintadas. O le obliga a estar oscuro, de ese color grisaceo, y llora lluvia de vez en cuando (esa lluvia que te empapa los cristales y te hace carecer de motivos para concentrarte en cualquier otra cosa). Ella es el motivo por el que nos aferramos tanto a él por las noches. Y es la nostalgia que él necesita -ojalá tú Cielo y yo Luna-.

Quizá los cielos que dibujábamos de niños no estaban tan lejos de la realidad.
Puede que lo viésemos todo como queríamos que fuese desde la perspectiva de una ventana: con el sol en una esquina, iluminando todo lo que vemos sin apenas darnos cuenta, con las nubes blancas y esponjosas, impecables, dándonos ganas de morderlas, y con un azul clarito por encima de los tejados y las personas sonrientes desde las ventanas.

A ver si así ahora entiendes, por qué yo te llamaba Cielo.


domingo, 22 de septiembre de 2013

Pensemos en horizontal.

¿Cuánto abarca el olvido? ¿Hasta qué punto se llega a amar el brillo de una mirada? ¿En qué se basa la inspiración? ¿En qué hemisferio habita la tristeza?
No sé.
A veces es preferible vivir en la ignorancia. Ocultar información. O mentir.
Hay que ver cómo nos gusta mentirnos a nosotros mismos ¿Eh?
Decir que no creemos en el amor, o que nunca más volveremos a enamorarnos después de habernos hecho pedacitos por unos ojos verdes.
Son todo mentiras.
El amor se esconde en cada rincón. En cada instante hay una pizca de él. Incluso cuando sentimos odio.
Se esconde en una caja de música, en los paseos por La Castellana, en la espuma de una cerveza fría, en unas Converses rotas color celeste.
El amor es demasiado complicado como para vivir sin él. Nos complementa.
A veces queremos aferrarnos a alguien, comprometernos a ser solo uno. Eso no se puede evitar sentir. Llega cuando llega. No puedes decidir sobre qué sentir ni cómo ni cuándo ni siquiera con quién, al igual que no puedes decidir que la inspiración no te llegue cuando vas en el autobús, camino a Príncipe Pio, sentada en frente del chico de la voz ahogada y la gorra morada.
Otras veces, solamente nos apetece sentirnos libres, únicos e independientes. Esas veces también hay amor.
Amor hacia uno mismo.
Por muy diminuto que sea.

domingo, 8 de septiembre de 2013

Holes inside.

Todavía recuerdo cómo mi yo interno obligó a aquellas palabras a abrirse paso entre mis lágrimas. Y cómo mi voz rota las escupió como queriendo deshacerse de ellas cuanto antes.
Aún tengo huecos en el alma que llenar.
Porque este vacío, tu vacío, parece que se ha agarrado fuerte a mí. Y me recuerda mucho a ti. Tiene la facilidad que tenías tú de hacerme tener ganas de escribir.
Aún se escucha eco en mi interior.
Y aún necesito encontrar la forma de dejar de necesitar.
Los primeros rayos de sol asoman tímidamente por mi persiana todas las mañanas para preguntarle a mi almohada por mí. Y ella, agotada de tantas tormentas nocturnas y morales, siempre responde ''ahora solo me abraza a mí''.

Es tiempo de autodestrucción.

Yo era feliz acurrucándome en tu pecho y sintiendo tus dedos acariciar mi brazo. Era feliz con cada beso. Era feliz cuando me hacías estremecerme cada vez que me apartabas el pelo del cuello para dejar tus dientes grabados. Era feliz teniendo a alguien con quien esperar el bus, o cuando me sonreías porque te ofrecía chocolate. Era feliz incluso cuando llegabas tarde y tenía que esperarte en pleno invierno estando congelada.
Tú eras feliz conmigo.
Yo era feliz por ti.

viernes, 28 de junio de 2013

Mi tendencia suicida a escribirle.

Podría gastar toda la tinta del boli en ti, y gastar también así el pretérito imperfecto.
Podría perder el tiempo autoconvenciéndome de que puedo salir de esta tormenta que lleva su nombre y llegará la calma en los brazos de otro. Podría convencerme inútilmente de que el amor es fácil y no te hace frágil ni te corrompe por dentro con el paso del tiempo.
Podría crear paraísos en papel en los que se midiese la belleza interior, y la exterior solo fuera un complemento. O infiernos en los que los personajes no pudiesen sentir.
¿Podría sobrevivir sin querer, sin amor? No lo creo quiero.
Podría quemar todas las cartas que te escribí cuando empezamos y arder con ellas. Podría pasarme el peine por el pelo cuando no pueda dormir imaginándome que son tus dedos. Podría sacrificar mi querida nostalgia con tal de tenerte dos minutos más. E incluso podría tener esperanzas de poder con todo esto.
Podría.

Fuiste la mejor parte de mi peor yo.

Me sobra un lado de la almohada.
Me sobra un casco.
Me sobra un calcetín.
Me sobra una entrada de cine.
Me sobra el asiento del copiloto.
Me sobra saliva.
Me sobra media estantería.
Me sobra una mano cuando voy andando por la calle.
Me sobra una taza de café por la mañana.
Me sobra una mitad de la tableta de Milka con Oreo.
Me sobran los días pares.
Me sobran unas cuantas copas.
Me sobra la Luna llena.
Me sobra todo.
Y solo me faltas tú.

domingo, 9 de junio de 2013

Te hiero mucho.

Llamarte 'amor', aunque sea provisionalmente; abrazarte en mitad de la noche sin darme cuenta; flotar al escucharte tocar la guitarra; escribir un 'te amo' con las luces de neón de tu cuarto; poder tener nuestra propia cápsula del tiempo en una canción de Linkin Park, y crear arte con palabras que no oímos.
Eso era la rutina que me gustaba, para la que no me importaba despertarme a las siete de la mañana.
Pero ahora.
Ahora somos una cuchara y un tenedor separados por un plato. Somos lo que prometimos no convertirnos nunca. Somos sin llegar a ser.
Ahora solo somos metáforas. 


sábado, 1 de junio de 2013

A la nostalgia no le gusta bailar sola.

¿Nunca habéis llegado al punto de explotar?
Pero no explotar por fuera, estallando y manchando las paredes de odio y a la gente de pensamientos. No.
Explotar por dentro. Como si tu interior desistiese. Notar cómo se esparce el dolor por dentro, como un virus o como la sangre de una herida (esta vez interna). Que la pena no pudiese guardar silencio más, que supieses que al de la izquierda le han rematado.
Que la única droga que te calma por las noches es poder acurrucarte en el rincón de la cama por el lado fresquito de la almohada.
Sentir que no sientes. Estar muerta por dentro. O querer estarlo. Porque estar sin sentir es estar sin estar.
Te faltan letras, ritmos, armonía.
Te faltas a ti misma.
Te prometes y no cumples.
Te intentas querer hasta que te miras al espejo y te vuelves a doler a ti misma.
Sola. Bueno, no, sola no. Siempre te queda la Memoria para acompañarte.
Luego viene cuando te toca desenvolver cada pluma de tus alas y volar tan alto que ni te acuerdes de cómo era pisar el asfalto. Estremecerte en pleno vuelo al recordar el agua salada de las olas acariciando tus pies descalzos, cansados de tanto bailar en la arena ardiente. Confiar en que volverás a amar más allá de un texto.
Ahora me toca mover ficha.
Otra vez.
Otra vez a mí.

domingo, 19 de mayo de 2013

¿Cómo se puede echar de menos algo que no has perdido?

Un recuerdo, una canción, una fotografía, un lugar, una fecha. A cada persona le pertenece una forma distinta de echar de menos. Al igual que hay distintos días para echar de menos a distintas personas.
Hay días que acabo un texto y miro por la ventana, veo cómo el cielo me intenta hablar. A veces apunto de llover y otros dispuesto a que salga a la calle para verle mejor.
También están los días que paso con el bus por el lado de ese banco y.
Otros en que alguien dice una frase que te hace quedarte embobada por unos segundos recordando la sonrisa de esa persona.
Puedes echar de menos cuando acaricias otro ombligo. Cuando fumas. Cuando te abrazas a ti misma.
Cuando escribes un nombre sin querer. Cuando cantas. Cuando te sientas cerca de una botella de ron.
Cuando te quedas a solas, estando rodeada de gente. Cuando te pones los cascos y quitas el aleatorio.
Cuando te tumbas en la cama y sientes tus latidos. Cuando te pones unos tacones o te pintas los labios.
Cuando te miras al espejo.
Se puede echar de menos de forma lenta. Destruyéndote, despacio.

viernes, 17 de mayo de 2013

El tiempo que ya llevamos perdido.

Pocos saben apreciar el placer de la soledad. Del silencio. De la armonía que se crea entre las gotas de lluvia que se resbalan por el cristal y las canciones en acústico. Canciones que retumban más que cualquier gemido en el baño del bar de los viernes.
Dependo de este caos, de esta lluvia interna (más bien granizo de agua salada).
Es bonito pensar que algún día conseguiré a alguien que me agarre y no me suelte. O que por lo menos no me deje con las manos vacías. O que por lo menos lo encuentres .
Estoy ebria de tu vacío.
Queriendo meterle mano a ese tarro con galletas y trocitos de chocolate. O a un café caliente con doble de azúcar.
Tener los dedos manchados de tinta, algún dibujo al borde del papel, esquinas de los libros dobladas con párrafos que me recuerdan a ti, mi mesa hecha un desastre porque hace días que no espera visitas, con un moño mal hecho y la raya corrida, tapas de bolígrafos que parecen estar roídas por un ratón, sábanas heladas y un montón de fotos descolgadas.
En eso se resumen mis días. Y mi (no)vida desde que ya no estás.




domingo, 12 de mayo de 2013

No te ensañes conmigo.

No voy a volver ni a correr ni a saltar ni a comerme el mundo ni a tocar el cielo. No sin ti.
Que nunca he tenido tanta sed ni tan poco apetito ni tantas ojeras como ahora.
Nunca me ha faltado tanto el aire como cuando lo pronuncio.
Ni tampoco cuando pienso que dejaremos de ser, de ser uno. 
Miedo.
Te apuñala por la espalda como un cuchillo frío y oxidado.
Te hace sentir indefensa, como si fueses una habitación vacía sin ventanas, con una única puerta para la que no encuentras la llave.
Como una niña pequeña que regresa del colegio y se encuentra con su pecera vacía, sin sus peces, y llora aún sabiendo que podrá tener otros. Pero ya no serán los mismos.
Te hace querer no sentir.
Y yo siento, quizá, más que nadie.
Agonizar, hiperventilar, llorar, pensar. Todo en un minuto. En un minuto tras otro.
Al parecer sólo un verbo puede salvarte de esto. Verbo que también te da miedo.
Escapar.
Parece inalcanzable. Parece la propia muerte haciéndote señales para que la sigas a penetrar en esa oscuridad tan dramática.
Tu propia piel parece estar hecha de lija. Y tus ojos hablan por tu boca.
Al final, optas por lo de siempre. Por el que parece ser el único que no te abandona.
Tiempo.

''No me gusta pensar que te tengo miedo''


domingo, 5 de mayo de 2013

Tan platónico como el cielo.

Todavía me sabe la boca al ron de anoche.
Otra noche atrapada en mí. Atrapada en una melodía, en un único acorde. Solos de guitarra que te dejan triste, incompleta, irreconocible. Pero aún así no poder parar de escucharlo.
Tirada en el sofá pensaba en cómo esa botella parecía estar más llena de ti que de alcohol (incluso una botella a las cuatro de la madrugada está más llena que yo).
Con todo el maquillaje corrido, deseando que llegases para decirme que aún así estaba igual de guapa, pero.
Intentaba reflexionar, pensar en qué hacer con mi vida, con quién hacerla. Que lo único que he hecho desde que te fuiste ha sido escribirte y las ampollas de mis dedos te piden una tregua.
Duele hasta gustar. Igual que tú.
Escribirte es una dosis de nostalgia que te apuñala hasta hacerte sentir bien.
En paz, como yo quisiera estar.
Yo sé lo que es perder la cabeza por alguien que sólo ha perdido las ganas de ti.
Y también sé que con cervezas todas las conversaciones son más serias. Unos quintos y doble razón de certeza.
Restarme horas si no estás conmigo, y sumarme noches atrapada en este puto bucle de título ''.

sábado, 4 de mayo de 2013

Bájate en Atocha.

Me enamoraste cuando me prometiste hacernos eternos por esas azoteas mientras fabricábamos nuestro propio cielo. Un cielo sin viento que me despeinase el flequillo, sin contaminación que no nos permitiese ver las estrellas en verano, un cielo que sólo lloviese los domingos de noviembre.
Benditos domingos en el Rastro comiendo bocatas de calamares. Benditos viernes en Goya inventándonos historias de cada ventana. Bendito caos en el Metro a hora punta. Benditas las canciones en Gran Vía. Benditos graffitis que mantienen la esencia en las calles.
Estampida sentimental en frente de Metrópolis cuando recuerdo tu voz llamándome 'chula'.
Ojalá los árboles marcados por iniciales de enamorados del Retiro pudiesen hablar y decir cuántos de ellos duelen hoy en día. Ojalá Plaza de España pudiese contar las veces que ha sido fotografiada. Y ojalá alguna estación no escociese tanto.
Que en mi corazón hay un Pirulí y cuatro torres, y a pocos latidos más están La Cibeles y La Puerta de Alcalá.
Acostumbrada a escapar de la realidad en Debod. Sentir mis latidos acelerar desquiciados cuando escucho las carcajadas de los niños en el tiovivo de la Plaza Mayor. Y que no falte visitar a el Spiderman de Sol, o pasar por Ópera para deleitarte con el arte de Madrid.
(Un abrazo en Príncipe Pío antes de volver).
Deshagamos nuestros pasos a casa y quedémonos un rato más en estas calles. Y con un rato más me refiero a para siemprePorque Madrid no deja de sorprender. Nunca. Y por eso enamora.




miércoles, 24 de abril de 2013

Dónde nadie sabe verte.

Dónde me encierro bajo llave para esconderme de la felicidad sin ti. Dónde vivo los inviernos más fríos en el mes de Mayo. Dónde nadie note que me falta el aire. Dónde puedo desahogarme, o ahogarme. Dónde puedo detonar. Dónde no tengo prisa por esperarte. Dónde puedo hablar sin pensar, simplemente, decir lo que quiera, lo que se me ocurra. Dónde no tengo que ordenar ningún desastre. Dónde somos.
Mi corazón; tu corazón.

sábado, 6 de abril de 2013

Aquel portal en mitad de la tormenta.

La primavera llega pisando fuerte, haciéndome sentir agotada y entusiasmada a partes iguales.
No sabes cómo agota pensar que este año no vamos a cogernos de la mano para contar florecitas amarillas ni volveré a ver un atardecer de mayo a tu lado. Tampoco vamos a fijarnos en si las farolas se encienden ya para poder decirte que tengo frío e irnos a casa a envolvernos entre tus sábanas, y que después te pida que sueltes la cámara y te vengas a dormir cinco minutos más.
Aún así el cielo se despeja queriendo darme un empujón para mirarle, y las ramas de los árboles se balancean invitándome a bailar bajo ellas. Los buenos días de los rayos del sol buscando directamente mis ojos compensan todos los que tú no me has venido a dar. Ya no tengo la desesperación de cuántas capas de ropa ponerme encima ni la de pensar si hoy te fijarás en si tengo los labios agrietados por el frío y no porque los desgastes tú (tristemente). Volveré a escuchar la lluvia para sustituir tu voz citando a Bécquer (inútilmente). Intentaré explicarle a mis manos que esta primavera ya no habrá que escribir sobre tus lunares (ay).
Conviértete en el humo de mi cigarrillo o en las velas con olor a coco o a vainilla que tanto me gustan, y así, podré tenerte cerca cada estación.



martes, 19 de marzo de 2013

Me dejó el corazón en los huesos.

Cuando las gotas de lluvia se posan en tus pestañas y estas ondean como la bandera de mi perdición (perdición bonita donde las haya), o cuando tu número de teléfono me tienta cada noche, entonces, suena ese 'crack' dentro de mí que me agota y me quita la vida.
Ahora busco atardeceres que sustituyan el vacío que ha dejado tu sonrisa, pero ninguna azotea lo ha conseguido todavía.
El deseo de recibir el beso que mandaste desde el taxi, mientras maldigo el vaso de whisky, se apodera de mí. No permitiré que la llama de este deseo se apague y me deje sola, sin el consuelo. No. Eso nunca.
El cigarro se consume lentamente, sin prisa, igual que la nicotina en mis pulmones. Creando su propio ambiente.
Me rodeo de velas aromáticas para olvidar tu olor. Rock de fondo para sentirme un poco libre, aunque sea mentira. Descolgar fotografías. Observar la tempestad de fuera para pensar que la de aquí dentro no es nada. Y perdonarme por convertirte en mi esencia.
Sabina parecía leerme las ojeras ''Tardé en aprender a olvidarla diecinueve días y quinientas noches''.
Baja de ese cielo tan perfecto del que hablas y transforma este infierno en nuestro paraíso.

domingo, 10 de marzo de 2013

Método de urgencia que se puede prevenir.

¿Cuántas copas hacen falta para que te des cuenta de que estoy perdida sin ti


Voy a ocupar el puesto de cobarde por una vez. Voy a disfrazarme de indiferencia y esperaré a que seas tú el que juegue con los hilos del destino. Ya no habrá próxima vez, ya no volverás a encontrarme dejando ver que se me va la vida en esto.
Seguiré desvariando.
Seguiré arrastrando conmigo cada caricia que no nos dimos.
Seguiré gastando el tiempo pensando que algún día me volverás a elegir.
El frío atraviesa cada poro de mi piel y me hace fuerte, me recuerda que ya no tengo tus brazos para refugiarme, que ahora me toca aguantar a mí solita. Ya no están tus ojos grises recordándome por qué me encanta ese color. Ya ni siquiera me quedan fuerzas para escuchar esa canción una última vez.
PD: léeme, por favor.

domingo, 3 de marzo de 2013

Escribo malestar para estar bien.

Tan destructivo que me recompone, tan apoteósico que completa. Era efímero, pero bastaba. Los golpes contra la pared amortiguaban las palabras. El frío que recorre mi espalda todavía susurra tu nombre cada noche. Conversaciones mudas entre tus ojos y mis labios (siempre se entendieron bien). Demasiados sentimientos para tan poca cosa como yo; me pueden, quizás. Vivíamos atrapados en nuestro propio junio, hasta que llegó noviembre y nos congeló los sueños. 
Sigo queriendo tener tus costillas clavándose en mí.
A mí me gustaba disfrazarme de dura y a ti de feliz. Terrible combinación, pero.
Deshacíamos todos los cuentos de princesas para convertirlos en un caos que nos gustase. Acostumbrados a perdernos entre lo bello y lo complicado. Detallando cada día la mínima curva de tu imagen en mi memoria, para que se mantenga intacta, como si todavía estuvieses aquí. 
'Sólo nos queda una razón que nadie entiende'. 
Decidimos desaprender todo sobre el amor y empezar de cero. Intentando sobrevivir a nuestro propio infierno. Desgastándonos poco a poco. Todo se quedó más vacío que nunca. Incompleto. Era desesperante saber que tus ojitos grises jamás volverían a mirar a través de esa ventana.
Soy un intento fallido de protegerme del vicio de tu piel. 


sábado, 23 de febrero de 2013

Las victorias nunca pasan por mi lado.

Una bocanada de aire fresco para deshacerme de tu olor por un momento. Dejar de desgarrarme la garganta con palabras ahogadas y que descansen mis ojeras desgatadas. Que la Agonía se olvide de mí y que Necesidad vuelva a ser solo Querer.
Tu revolver, llamado inspiración, se oxidará y solo quedarán restos. Restos de todo lo que pudimos ser y dejamos por el camino, restos pegajosos de Jack Daniels y cigarros a la mitad, restos de todas las noches malgastadas en cantar canciones de los 90.
'Un corazón solitario no es un corazón' Ay, Machado, maldito el día en el que yo decidí compartir el mío.


lunes, 18 de febrero de 2013

Escribo a los recuerdos que aguantaron la masacre.

Un día mis puntos suspensivos hablarán. Te contarán el por qué de mis suspiros, de mi sonrisa cansada y de los vacíos de los que siempre hablo tanto. Que pienso que es bueno tener siempre un poco de dolor acumulado por si algún día tengo la oportunidad de cometer el mismo error. También hablarán mis cascos. Mis fieles compañeros te dirán la forma en la que te sustituyen, y que tengo una libreta llena de canciones que me recuerdan a ti. Y quizás te hablen mis latidos, pero a esos no les prestes mucha atención, que no dicen más que tonterías. Solo se dedican a destrozarme poco a poco, cada vez de forma más lenta, más agónica.
Me he mal acostumbrado a pensarte todos los días y ya no sé pasar las horas sin hacerlo. Léeme los pensamientos, los labios, los gestos, el brillo de los ojos, las cartas. Quémame.  Jódeme. Duéleme. Cómeme. Bébeme. Tómame. Puédeme. Recuérdame. Me. Siempre me.

domingo, 10 de febrero de 2013

Encuéntrame, me necesito.

Cuando ni siquiera la música puede aislarte, cuando hasta el aleatorio parece estar contra ti. Que no te comprendes ni tú misma, ni tus cuatros paredes saben cómo reaccionar. El vodka ardiendo en la garganta y los hielos por el suelo. Vuelven los pinchazos en la sien, vuelves a ahogarte con los silencios. ¿Y ahora qué? ¿qué coño queda?
Antes solía escupir lo malo y beberme los buenos recuerdos de un trago. Ahora si lo hago me consumo cual cigarro a las tres de la mañana. Me rebosan los ojos de ese agua tan amarga. Las palabras sales solas, como buscando su sitio en este papel. Este papel que te pertenece una noche más.
Me pierdo durante unas semanas. Semanas que transcurren lentas, sin una meta, ni un motivo. Sin nada. Y cuando me encuentro ocurre algo que me haga recordarte de nuevo, que me haga volver a caer en la misma rutina. Es un círculo vicioso del que no puedo escapar. Que me tiene atada.
Me gusta vivir en esta escala de grises. Unos días todo blanco, muy puro, muy tranquilo, otros color negro tizón y normalmente en ese gris monocromático. Unos días tanto y otros tan poco. Soy una montaña rusa. Una espiral de sentimientos que siempre llegan al mismo punto fijo. A ti.

domingo, 27 de enero de 2013

Creyendo en lo que me digo de puertas para dentro.

Supongamos que todavía no estamos destrozados, que todavía quedan fuerzas para luchar por nuestras promesas. Dime si entonces volverías a quedarte embobado mirando mi sonrisa, si podría prometerme a mí misma no hacerte nunca daño, si volverías a romperte la voz diciendo que me necesitas. Dime si entonces podría volver a tener esperanzas.
Dame motivos para seguir con esto. Para no querer olvidarte. Dame sólo uno y seré tuya, lo sabes. Vuelve a merecerme. Haz que tenga sentido volver a leer a Bécquer por las noches. Haz que la Gran vía vuelva lucir viéndonos felices. Hazme arder como hacías antes. Congela el tiempo en un beso. Suspira cada vez que te diga que tengo que volver a casa. Abrázame si te digo que estoy bien. Tiéntame en ese cuarto. Ponme contra la pared para sonreírme a dos centímetros de distancia. Vuelve a alegrarme los domingos con esas películas. Déjame seguir escribiéndote. 
Me das la vida y me desesperas al mismo tiempo. No sé. Fíjate lo rápido que hemos pasado a necesitarnos.
Todavía no soy capaz de pasar página, no sin un último esfuerzo.



viernes, 18 de enero de 2013

Camas demasiado grandes pa' soñar a solas.

Los viernes eran nuestros, eran especiales.
Me encantaba ver cómo te perdías entre mis caderas. Las sábanas estaban siempre revueltas, como mis mechones sobre tu pecho. No me hubiese importado no escapar nunca de ese laberinto. Amanecía casi sin darnos cuenta y todo por culpa de tus besos, que no paraban de llamarme. Quizás ese fue mi error, engancharme demasiado rápido a tus labios. Pero es que no pude evitarlo.
Todavía tengo el recuerdo de tu olor impregnándolo todo. Tu espalda marcada por mis uñas, como si todavía me pertenecieses. Tus manos parecían buscar las mías, como si fuesen necesarias. Unidas. Tan entrelazadas que parecía que nadie podría separarlas jamás. Nosotros no comíamos techo, nos comía él.
Ay. Lo que daría por volver a susurrarte al oído lo que me encanta oírte gemir mi nombre. Devuélveme mis motivos. Mis ganas de que llegue la noche. Mi todo. Los sentimientos me atraviesan como balas. Tan profundas. Tan dolorosas. Tan.
Hazme sentir otra vez viva. Por favor.


jueves, 3 de enero de 2013

El cuerpo no sabe llorar, lo que llora es el alma.

Dibujando corazones en la ventana, Crema de fondo y el reloj tirado y medio roto. Estoy al límite del llanto. Tengo un agujero en el pecho que lleva tu nombre. Ojalá alguien pueda rellenarlo algún día, pero no tengo muchas esperanzas en ello. Pensarte es lo que provoca esta angustia. Quizás tú estés tan muerto por dentro como yo y te lo calles. O puede que aquella despedida también fuera para tu amor por mí. No sé. Hoy no sé nada. O no quiero saberlo.
Me  prometí olvidarte. Pasar página o encontrar un nuevo libro. Pero lo nuestro es demasiado fuerte. Ya me ves, escribiéndote otra vez como una idiota, con la esperanza de que algún día te pases por aquí y desees que te lo lea en alto, enfrente tuya. Pero no. No ocurre. Nunca ocurre.
Cada noche me atormenta el sonido del piano rozando tus dedos. Parecían que volaban sobre él. Como si quisieran tocar las teclas lo mínimo posible para que no los cogiesen cariño. Maravilloso sonido, joder. Ojalá pueda escucharlo cada noche, justo antes de acostarme, justo antes de que me abraces para que pueda dormir a gusto. Ojalá. Ojalá tú y yo volvamos a ser los mejores amigos de mi cama. Ojalá nunca nos hubieses abandonado.
El frío del invierno hace que te eche aún más de menos. Tus abrazos. Tus labios agrietados. Tus manos heladas. Tus ganas de llegar a casa para prepararnos un chocolate caliente.
Se me quiebra la voz al pronunciarte. Al recordar que tengo que despertarme otro día. Al saber que ninguno de los dos cumplimos nuestras promesas. ¿Y sabes qué? Ya no he podido escuchar a otra persona tocar el piano sin ponerle alguna pega. Y sin imaginarte a ti haciéndolo.

Son sueños en vano. Pero sueños en vena.