viernes, 17 de mayo de 2013

El tiempo que ya llevamos perdido.

Pocos saben apreciar el placer de la soledad. Del silencio. De la armonía que se crea entre las gotas de lluvia que se resbalan por el cristal y las canciones en acústico. Canciones que retumban más que cualquier gemido en el baño del bar de los viernes.
Dependo de este caos, de esta lluvia interna (más bien granizo de agua salada).
Es bonito pensar que algún día conseguiré a alguien que me agarre y no me suelte. O que por lo menos no me deje con las manos vacías. O que por lo menos lo encuentres .
Estoy ebria de tu vacío.
Queriendo meterle mano a ese tarro con galletas y trocitos de chocolate. O a un café caliente con doble de azúcar.
Tener los dedos manchados de tinta, algún dibujo al borde del papel, esquinas de los libros dobladas con párrafos que me recuerdan a ti, mi mesa hecha un desastre porque hace días que no espera visitas, con un moño mal hecho y la raya corrida, tapas de bolígrafos que parecen estar roídas por un ratón, sábanas heladas y un montón de fotos descolgadas.
En eso se resumen mis días. Y mi (no)vida desde que ya no estás.




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