Cuando ni siquiera la música puede aislarte, cuando hasta el aleatorio parece estar contra ti. Que no te comprendes ni tú misma, ni tus cuatros paredes saben cómo reaccionar. El vodka ardiendo en la garganta y los hielos por el suelo. Vuelven los pinchazos en la sien, vuelves a ahogarte con los silencios.
¿Y ahora qué? ¿qué coño queda?
Antes solía escupir lo malo y beberme los buenos recuerdos de un trago. Ahora si lo hago me consumo cual cigarro a las tres de la mañana. Me rebosan los ojos de ese agua tan amarga. Las palabras sales solas, como buscando su sitio en este papel. Este papel que te pertenece una noche más.
Me pierdo durante unas semanas. Semanas que transcurren lentas, sin una meta, ni un motivo.
Sin nada. Y cuando me encuentro ocurre algo que me haga recordarte de nuevo, que me haga volver a caer en la misma rutina. Es un círculo vicioso del que no puedo escapar. Que me tiene atada.
Me gusta vivir en esta escala de grises. Unos días todo blanco, muy puro, muy tranquilo, otros color negro tizón y normalmente en ese gris monocromático. Unos días tanto y otros tan poco. Soy una montaña rusa. Una espiral de sentimientos que siempre llegan al mismo punto fijo.
A ti.