domingo, 27 de enero de 2013

Creyendo en lo que me digo de puertas para dentro.

Supongamos que todavía no estamos destrozados, que todavía quedan fuerzas para luchar por nuestras promesas. Dime si entonces volverías a quedarte embobado mirando mi sonrisa, si podría prometerme a mí misma no hacerte nunca daño, si volverías a romperte la voz diciendo que me necesitas. Dime si entonces podría volver a tener esperanzas.
Dame motivos para seguir con esto. Para no querer olvidarte. Dame sólo uno y seré tuya, lo sabes. Vuelve a merecerme. Haz que tenga sentido volver a leer a Bécquer por las noches. Haz que la Gran vía vuelva lucir viéndonos felices. Hazme arder como hacías antes. Congela el tiempo en un beso. Suspira cada vez que te diga que tengo que volver a casa. Abrázame si te digo que estoy bien. Tiéntame en ese cuarto. Ponme contra la pared para sonreírme a dos centímetros de distancia. Vuelve a alegrarme los domingos con esas películas. Déjame seguir escribiéndote. 
Me das la vida y me desesperas al mismo tiempo. No sé. Fíjate lo rápido que hemos pasado a necesitarnos.
Todavía no soy capaz de pasar página, no sin un último esfuerzo.



viernes, 18 de enero de 2013

Camas demasiado grandes pa' soñar a solas.

Los viernes eran nuestros, eran especiales.
Me encantaba ver cómo te perdías entre mis caderas. Las sábanas estaban siempre revueltas, como mis mechones sobre tu pecho. No me hubiese importado no escapar nunca de ese laberinto. Amanecía casi sin darnos cuenta y todo por culpa de tus besos, que no paraban de llamarme. Quizás ese fue mi error, engancharme demasiado rápido a tus labios. Pero es que no pude evitarlo.
Todavía tengo el recuerdo de tu olor impregnándolo todo. Tu espalda marcada por mis uñas, como si todavía me pertenecieses. Tus manos parecían buscar las mías, como si fuesen necesarias. Unidas. Tan entrelazadas que parecía que nadie podría separarlas jamás. Nosotros no comíamos techo, nos comía él.
Ay. Lo que daría por volver a susurrarte al oído lo que me encanta oírte gemir mi nombre. Devuélveme mis motivos. Mis ganas de que llegue la noche. Mi todo. Los sentimientos me atraviesan como balas. Tan profundas. Tan dolorosas. Tan.
Hazme sentir otra vez viva. Por favor.


jueves, 3 de enero de 2013

El cuerpo no sabe llorar, lo que llora es el alma.

Dibujando corazones en la ventana, Crema de fondo y el reloj tirado y medio roto. Estoy al límite del llanto. Tengo un agujero en el pecho que lleva tu nombre. Ojalá alguien pueda rellenarlo algún día, pero no tengo muchas esperanzas en ello. Pensarte es lo que provoca esta angustia. Quizás tú estés tan muerto por dentro como yo y te lo calles. O puede que aquella despedida también fuera para tu amor por mí. No sé. Hoy no sé nada. O no quiero saberlo.
Me  prometí olvidarte. Pasar página o encontrar un nuevo libro. Pero lo nuestro es demasiado fuerte. Ya me ves, escribiéndote otra vez como una idiota, con la esperanza de que algún día te pases por aquí y desees que te lo lea en alto, enfrente tuya. Pero no. No ocurre. Nunca ocurre.
Cada noche me atormenta el sonido del piano rozando tus dedos. Parecían que volaban sobre él. Como si quisieran tocar las teclas lo mínimo posible para que no los cogiesen cariño. Maravilloso sonido, joder. Ojalá pueda escucharlo cada noche, justo antes de acostarme, justo antes de que me abraces para que pueda dormir a gusto. Ojalá. Ojalá tú y yo volvamos a ser los mejores amigos de mi cama. Ojalá nunca nos hubieses abandonado.
El frío del invierno hace que te eche aún más de menos. Tus abrazos. Tus labios agrietados. Tus manos heladas. Tus ganas de llegar a casa para prepararnos un chocolate caliente.
Se me quiebra la voz al pronunciarte. Al recordar que tengo que despertarme otro día. Al saber que ninguno de los dos cumplimos nuestras promesas. ¿Y sabes qué? Ya no he podido escuchar a otra persona tocar el piano sin ponerle alguna pega. Y sin imaginarte a ti haciéndolo.

Son sueños en vano. Pero sueños en vena.