Que nunca he tenido tanta sed ni tan poco apetito ni tantas ojeras como ahora.
Nunca me ha faltado tanto el aire como cuando lo pronuncio.
Ni tampoco cuando pienso que dejaremos de ser, de ser uno.
Miedo.
Te apuñala por la espalda como un cuchillo frío y oxidado.
Te hace sentir indefensa, como si fueses una habitación vacía sin ventanas, con una única puerta para la que no encuentras la llave.
Como una niña pequeña que regresa del colegio y se encuentra con su pecera vacía, sin sus peces, y llora aún sabiendo que podrá tener otros. Pero ya no serán los mismos.
Te hace querer no sentir.
Y yo siento, quizá, más que nadie.
Agonizar, hiperventilar, llorar, pensar. Todo en un minuto. En un minuto tras otro.
Al parecer sólo un verbo puede salvarte de esto. Verbo que también te da miedo.
Escapar.
Parece inalcanzable. Parece la propia muerte haciéndote señales para que la sigas a penetrar en esa oscuridad tan dramática.
Tu propia piel parece estar hecha de lija. Y tus ojos hablan por tu boca.
Al final, optas por lo de siempre. Por el que parece ser el único que no te abandona.
Tiempo.
''No me gusta pensar que te tengo miedo''
No hay comentarios:
Publicar un comentario