domingo, 22 de septiembre de 2013

Pensemos en horizontal.

¿Cuánto abarca el olvido? ¿Hasta qué punto se llega a amar el brillo de una mirada? ¿En qué se basa la inspiración? ¿En qué hemisferio habita la tristeza?
No sé.
A veces es preferible vivir en la ignorancia. Ocultar información. O mentir.
Hay que ver cómo nos gusta mentirnos a nosotros mismos ¿Eh?
Decir que no creemos en el amor, o que nunca más volveremos a enamorarnos después de habernos hecho pedacitos por unos ojos verdes.
Son todo mentiras.
El amor se esconde en cada rincón. En cada instante hay una pizca de él. Incluso cuando sentimos odio.
Se esconde en una caja de música, en los paseos por La Castellana, en la espuma de una cerveza fría, en unas Converses rotas color celeste.
El amor es demasiado complicado como para vivir sin él. Nos complementa.
A veces queremos aferrarnos a alguien, comprometernos a ser solo uno. Eso no se puede evitar sentir. Llega cuando llega. No puedes decidir sobre qué sentir ni cómo ni cuándo ni siquiera con quién, al igual que no puedes decidir que la inspiración no te llegue cuando vas en el autobús, camino a Príncipe Pio, sentada en frente del chico de la voz ahogada y la gorra morada.
Otras veces, solamente nos apetece sentirnos libres, únicos e independientes. Esas veces también hay amor.
Amor hacia uno mismo.
Por muy diminuto que sea.

domingo, 8 de septiembre de 2013

Holes inside.

Todavía recuerdo cómo mi yo interno obligó a aquellas palabras a abrirse paso entre mis lágrimas. Y cómo mi voz rota las escupió como queriendo deshacerse de ellas cuanto antes.
Aún tengo huecos en el alma que llenar.
Porque este vacío, tu vacío, parece que se ha agarrado fuerte a mí. Y me recuerda mucho a ti. Tiene la facilidad que tenías tú de hacerme tener ganas de escribir.
Aún se escucha eco en mi interior.
Y aún necesito encontrar la forma de dejar de necesitar.
Los primeros rayos de sol asoman tímidamente por mi persiana todas las mañanas para preguntarle a mi almohada por mí. Y ella, agotada de tantas tormentas nocturnas y morales, siempre responde ''ahora solo me abraza a mí''.

Es tiempo de autodestrucción.

Yo era feliz acurrucándome en tu pecho y sintiendo tus dedos acariciar mi brazo. Era feliz con cada beso. Era feliz cuando me hacías estremecerme cada vez que me apartabas el pelo del cuello para dejar tus dientes grabados. Era feliz teniendo a alguien con quien esperar el bus, o cuando me sonreías porque te ofrecía chocolate. Era feliz incluso cuando llegabas tarde y tenía que esperarte en pleno invierno estando congelada.
Tú eras feliz conmigo.
Yo era feliz por ti.