No sabes cómo agota pensar que este año no vamos a cogernos de la mano para contar florecitas amarillas ni volveré a ver un atardecer de mayo a tu lado. Tampoco vamos a fijarnos en si las farolas se encienden ya para poder decirte que tengo frío e irnos a casa a envolvernos entre tus sábanas, y que después te pida que sueltes la cámara y te vengas a dormir cinco minutos más.
Aún así el cielo se despeja queriendo darme un empujón para mirarle, y las ramas de los árboles se balancean invitándome a bailar bajo ellas. Los buenos días de los rayos del sol buscando directamente mis ojos compensan todos los que tú no me has venido a dar. Ya no tengo la desesperación de cuántas capas de ropa ponerme encima ni la de pensar si hoy te fijarás en si tengo los labios agrietados por el frío y no porque los desgastes tú (tristemente). Volveré a escuchar la lluvia para sustituir tu voz citando a Bécquer (inútilmente). Intentaré explicarle a mis manos que esta primavera ya no habrá que escribir sobre tus lunares (ay).
Conviértete en el humo de mi cigarrillo o en las velas con olor a coco o a vainilla que tanto me gustan, y así, podré tenerte cerca cada estación.
Aún así el cielo se despeja queriendo darme un empujón para mirarle, y las ramas de los árboles se balancean invitándome a bailar bajo ellas. Los buenos días de los rayos del sol buscando directamente mis ojos compensan todos los que tú no me has venido a dar. Ya no tengo la desesperación de cuántas capas de ropa ponerme encima ni la de pensar si hoy te fijarás en si tengo los labios agrietados por el frío y no porque los desgastes tú (tristemente). Volveré a escuchar la lluvia para sustituir tu voz citando a Bécquer (inútilmente). Intentaré explicarle a mis manos que esta primavera ya no habrá que escribir sobre tus lunares (ay).
Conviértete en el humo de mi cigarrillo o en las velas con olor a coco o a vainilla que tanto me gustan, y así, podré tenerte cerca cada estación.

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