¿Nunca habéis llegado al punto de explotar?
Pero no explotar por fuera, estallando y manchando las paredes de odio y a la gente de pensamientos. No.
Explotar por dentro. Como si tu interior desistiese. Notar cómo se esparce el dolor por dentro, como un virus o como la sangre de una herida (esta vez interna). Que la pena no pudiese guardar silencio más, que supieses que al de la izquierda le han rematado.
Que la única droga que te calma por las noches es poder acurrucarte en el rincón de la cama por el lado fresquito de la almohada.
Que la única droga que te calma por las noches es poder acurrucarte en el rincón de la cama por el lado fresquito de la almohada.
Sentir que no sientes. Estar muerta por dentro. O querer estarlo. Porque estar sin sentir es estar sin estar.
Te faltan letras, ritmos, armonía.
Te faltas a ti misma.
Te prometes y no cumples.
Te intentas querer hasta que te miras al espejo y te vuelves a doler a ti misma.
Te faltas a ti misma.
Te prometes y no cumples.
Te intentas querer hasta que te miras al espejo y te vuelves a doler a ti misma.
Sola. Bueno, no, sola no. Siempre te queda la Memoria para acompañarte.
Luego viene cuando te toca desenvolver cada pluma de tus alas y volar tan alto que ni te acuerdes de cómo era pisar el asfalto. Estremecerte en pleno vuelo al recordar el agua salada de las olas acariciando tus pies descalzos, cansados de tanto bailar en la arena ardiente. Confiar en que volverás a amar más allá de un texto.
Ahora me toca mover ficha.
Otra vez.
Otra vez a mí.
Luego viene cuando te toca desenvolver cada pluma de tus alas y volar tan alto que ni te acuerdes de cómo era pisar el asfalto. Estremecerte en pleno vuelo al recordar el agua salada de las olas acariciando tus pies descalzos, cansados de tanto bailar en la arena ardiente. Confiar en que volverás a amar más allá de un texto.
Ahora me toca mover ficha.
Otra vez.
Otra vez a mí.

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