viernes, 2 de mayo de 2014

Hace un día perfecto para enamorarse del amor.

Un día más
en el que sabemos que quedan menos horas para vernos,
pero también nos queda un día menos de vida juntos.

Una tarde
dedicada a ver cómo se esconde el sol
o a ver vídeos de conciertos soñando que podrás ir
cualquier otro día.

Y suerte a aquella que se ha puesto falda
con la esperanza de acabar con las medias rotas en el suelo,
que estoy segura de que alguien la necesita.

Siempre me han dicho que el amor no sabe de edades
ni de razas ni de sexos ni de distancia.
Yo creo que el amor es un egoísta ignorante.
Que nos contagia, nos duele,
y nos da la vida.
Y por eso se nos hace tan irresistible.

Nos enamoramos totalmente de verdad
de las mentiras
y esperamos dejar de temblar con el tiempo
cuando nos llama para invitarnos a una cerveza.
Pero sigo creyendo y temblando,
y enamorándome de cada uno de tus defectos.

He dejado de decir
''no te vayas''
para susurrar siempre
''vente conmigo''.

Y cuando me preguntas que por qué te miro tanto
y yo sólo sonrío,
no te enfades,
es que la sonrisa es la respuesta,
y el beso de después
es el que debería haberte dado antes.

Ya no hay cielo que tocar con las manos
porque lo bajas tú.
O porque lo eres tú.
No sé.

Esta noche,
en vez de querer matar tus monstruos,
me he metido con ellos debajo de tu cama
para verte dormir
(y así entendí por qué no se querían ir de ahí).