Cuando las gotas de lluvia se posan en tus pestañas y estas ondean como la bandera de mi perdición (perdición bonita donde las haya), o cuando tu número de teléfono me tienta cada noche, entonces, suena ese 'crack' dentro de mí que me agota y me quita la vida.
Ahora busco atardeceres que sustituyan el vacío que ha dejado tu sonrisa, pero ninguna azotea lo ha conseguido todavía.
El deseo de recibir el beso que mandaste desde el taxi, mientras maldigo el vaso de whisky, se apodera de mí. No permitiré que la llama de este deseo se apague y me deje sola, sin el consuelo. No. Eso nunca.
El cigarro se consume lentamente, sin prisa, igual que la nicotina en mis pulmones. Creando su propio ambiente.
Me rodeo de velas aromáticas para olvidar tu olor. Rock de fondo para sentirme un poco libre, aunque sea mentira. Descolgar fotografías. Observar la tempestad de fuera para pensar que la de aquí dentro no es nada. Y perdonarme por convertirte en mi esencia.
Sabina parecía leerme las ojeras ''Tardé en aprender a olvidarla diecinueve días y quinientas noches''.