miércoles, 24 de abril de 2013

Dónde nadie sabe verte.

Dónde me encierro bajo llave para esconderme de la felicidad sin ti. Dónde vivo los inviernos más fríos en el mes de Mayo. Dónde nadie note que me falta el aire. Dónde puedo desahogarme, o ahogarme. Dónde puedo detonar. Dónde no tengo prisa por esperarte. Dónde puedo hablar sin pensar, simplemente, decir lo que quiera, lo que se me ocurra. Dónde no tengo que ordenar ningún desastre. Dónde somos.
Mi corazón; tu corazón.

sábado, 6 de abril de 2013

Aquel portal en mitad de la tormenta.

La primavera llega pisando fuerte, haciéndome sentir agotada y entusiasmada a partes iguales.
No sabes cómo agota pensar que este año no vamos a cogernos de la mano para contar florecitas amarillas ni volveré a ver un atardecer de mayo a tu lado. Tampoco vamos a fijarnos en si las farolas se encienden ya para poder decirte que tengo frío e irnos a casa a envolvernos entre tus sábanas, y que después te pida que sueltes la cámara y te vengas a dormir cinco minutos más.
Aún así el cielo se despeja queriendo darme un empujón para mirarle, y las ramas de los árboles se balancean invitándome a bailar bajo ellas. Los buenos días de los rayos del sol buscando directamente mis ojos compensan todos los que tú no me has venido a dar. Ya no tengo la desesperación de cuántas capas de ropa ponerme encima ni la de pensar si hoy te fijarás en si tengo los labios agrietados por el frío y no porque los desgastes tú (tristemente). Volveré a escuchar la lluvia para sustituir tu voz citando a Bécquer (inútilmente). Intentaré explicarle a mis manos que esta primavera ya no habrá que escribir sobre tus lunares (ay).
Conviértete en el humo de mi cigarrillo o en las velas con olor a coco o a vainilla que tanto me gustan, y así, podré tenerte cerca cada estación.