domingo, 19 de mayo de 2013

¿Cómo se puede echar de menos algo que no has perdido?

Un recuerdo, una canción, una fotografía, un lugar, una fecha. A cada persona le pertenece una forma distinta de echar de menos. Al igual que hay distintos días para echar de menos a distintas personas.
Hay días que acabo un texto y miro por la ventana, veo cómo el cielo me intenta hablar. A veces apunto de llover y otros dispuesto a que salga a la calle para verle mejor.
También están los días que paso con el bus por el lado de ese banco y.
Otros en que alguien dice una frase que te hace quedarte embobada por unos segundos recordando la sonrisa de esa persona.
Puedes echar de menos cuando acaricias otro ombligo. Cuando fumas. Cuando te abrazas a ti misma.
Cuando escribes un nombre sin querer. Cuando cantas. Cuando te sientas cerca de una botella de ron.
Cuando te quedas a solas, estando rodeada de gente. Cuando te pones los cascos y quitas el aleatorio.
Cuando te tumbas en la cama y sientes tus latidos. Cuando te pones unos tacones o te pintas los labios.
Cuando te miras al espejo.
Se puede echar de menos de forma lenta. Destruyéndote, despacio.

viernes, 17 de mayo de 2013

El tiempo que ya llevamos perdido.

Pocos saben apreciar el placer de la soledad. Del silencio. De la armonía que se crea entre las gotas de lluvia que se resbalan por el cristal y las canciones en acústico. Canciones que retumban más que cualquier gemido en el baño del bar de los viernes.
Dependo de este caos, de esta lluvia interna (más bien granizo de agua salada).
Es bonito pensar que algún día conseguiré a alguien que me agarre y no me suelte. O que por lo menos no me deje con las manos vacías. O que por lo menos lo encuentres .
Estoy ebria de tu vacío.
Queriendo meterle mano a ese tarro con galletas y trocitos de chocolate. O a un café caliente con doble de azúcar.
Tener los dedos manchados de tinta, algún dibujo al borde del papel, esquinas de los libros dobladas con párrafos que me recuerdan a ti, mi mesa hecha un desastre porque hace días que no espera visitas, con un moño mal hecho y la raya corrida, tapas de bolígrafos que parecen estar roídas por un ratón, sábanas heladas y un montón de fotos descolgadas.
En eso se resumen mis días. Y mi (no)vida desde que ya no estás.




domingo, 12 de mayo de 2013

No te ensañes conmigo.

No voy a volver ni a correr ni a saltar ni a comerme el mundo ni a tocar el cielo. No sin ti.
Que nunca he tenido tanta sed ni tan poco apetito ni tantas ojeras como ahora.
Nunca me ha faltado tanto el aire como cuando lo pronuncio.
Ni tampoco cuando pienso que dejaremos de ser, de ser uno. 
Miedo.
Te apuñala por la espalda como un cuchillo frío y oxidado.
Te hace sentir indefensa, como si fueses una habitación vacía sin ventanas, con una única puerta para la que no encuentras la llave.
Como una niña pequeña que regresa del colegio y se encuentra con su pecera vacía, sin sus peces, y llora aún sabiendo que podrá tener otros. Pero ya no serán los mismos.
Te hace querer no sentir.
Y yo siento, quizá, más que nadie.
Agonizar, hiperventilar, llorar, pensar. Todo en un minuto. En un minuto tras otro.
Al parecer sólo un verbo puede salvarte de esto. Verbo que también te da miedo.
Escapar.
Parece inalcanzable. Parece la propia muerte haciéndote señales para que la sigas a penetrar en esa oscuridad tan dramática.
Tu propia piel parece estar hecha de lija. Y tus ojos hablan por tu boca.
Al final, optas por lo de siempre. Por el que parece ser el único que no te abandona.
Tiempo.

''No me gusta pensar que te tengo miedo''


domingo, 5 de mayo de 2013

Tan platónico como el cielo.

Todavía me sabe la boca al ron de anoche.
Otra noche atrapada en mí. Atrapada en una melodía, en un único acorde. Solos de guitarra que te dejan triste, incompleta, irreconocible. Pero aún así no poder parar de escucharlo.
Tirada en el sofá pensaba en cómo esa botella parecía estar más llena de ti que de alcohol (incluso una botella a las cuatro de la madrugada está más llena que yo).
Con todo el maquillaje corrido, deseando que llegases para decirme que aún así estaba igual de guapa, pero.
Intentaba reflexionar, pensar en qué hacer con mi vida, con quién hacerla. Que lo único que he hecho desde que te fuiste ha sido escribirte y las ampollas de mis dedos te piden una tregua.
Duele hasta gustar. Igual que tú.
Escribirte es una dosis de nostalgia que te apuñala hasta hacerte sentir bien.
En paz, como yo quisiera estar.
Yo sé lo que es perder la cabeza por alguien que sólo ha perdido las ganas de ti.
Y también sé que con cervezas todas las conversaciones son más serias. Unos quintos y doble razón de certeza.
Restarme horas si no estás conmigo, y sumarme noches atrapada en este puto bucle de título ''.

sábado, 4 de mayo de 2013

Bájate en Atocha.

Me enamoraste cuando me prometiste hacernos eternos por esas azoteas mientras fabricábamos nuestro propio cielo. Un cielo sin viento que me despeinase el flequillo, sin contaminación que no nos permitiese ver las estrellas en verano, un cielo que sólo lloviese los domingos de noviembre.
Benditos domingos en el Rastro comiendo bocatas de calamares. Benditos viernes en Goya inventándonos historias de cada ventana. Bendito caos en el Metro a hora punta. Benditas las canciones en Gran Vía. Benditos graffitis que mantienen la esencia en las calles.
Estampida sentimental en frente de Metrópolis cuando recuerdo tu voz llamándome 'chula'.
Ojalá los árboles marcados por iniciales de enamorados del Retiro pudiesen hablar y decir cuántos de ellos duelen hoy en día. Ojalá Plaza de España pudiese contar las veces que ha sido fotografiada. Y ojalá alguna estación no escociese tanto.
Que en mi corazón hay un Pirulí y cuatro torres, y a pocos latidos más están La Cibeles y La Puerta de Alcalá.
Acostumbrada a escapar de la realidad en Debod. Sentir mis latidos acelerar desquiciados cuando escucho las carcajadas de los niños en el tiovivo de la Plaza Mayor. Y que no falte visitar a el Spiderman de Sol, o pasar por Ópera para deleitarte con el arte de Madrid.
(Un abrazo en Príncipe Pío antes de volver).
Deshagamos nuestros pasos a casa y quedémonos un rato más en estas calles. Y con un rato más me refiero a para siemprePorque Madrid no deja de sorprender. Nunca. Y por eso enamora.