viernes, 28 de junio de 2013

Mi tendencia suicida a escribirle.

Podría gastar toda la tinta del boli en ti, y gastar también así el pretérito imperfecto.
Podría perder el tiempo autoconvenciéndome de que puedo salir de esta tormenta que lleva su nombre y llegará la calma en los brazos de otro. Podría convencerme inútilmente de que el amor es fácil y no te hace frágil ni te corrompe por dentro con el paso del tiempo.
Podría crear paraísos en papel en los que se midiese la belleza interior, y la exterior solo fuera un complemento. O infiernos en los que los personajes no pudiesen sentir.
¿Podría sobrevivir sin querer, sin amor? No lo creo quiero.
Podría quemar todas las cartas que te escribí cuando empezamos y arder con ellas. Podría pasarme el peine por el pelo cuando no pueda dormir imaginándome que son tus dedos. Podría sacrificar mi querida nostalgia con tal de tenerte dos minutos más. E incluso podría tener esperanzas de poder con todo esto.
Podría.

Fuiste la mejor parte de mi peor yo.

Me sobra un lado de la almohada.
Me sobra un casco.
Me sobra un calcetín.
Me sobra una entrada de cine.
Me sobra el asiento del copiloto.
Me sobra saliva.
Me sobra media estantería.
Me sobra una mano cuando voy andando por la calle.
Me sobra una taza de café por la mañana.
Me sobra una mitad de la tableta de Milka con Oreo.
Me sobran los días pares.
Me sobran unas cuantas copas.
Me sobra la Luna llena.
Me sobra todo.
Y solo me faltas tú.

domingo, 9 de junio de 2013

Te hiero mucho.

Llamarte 'amor', aunque sea provisionalmente; abrazarte en mitad de la noche sin darme cuenta; flotar al escucharte tocar la guitarra; escribir un 'te amo' con las luces de neón de tu cuarto; poder tener nuestra propia cápsula del tiempo en una canción de Linkin Park, y crear arte con palabras que no oímos.
Eso era la rutina que me gustaba, para la que no me importaba despertarme a las siete de la mañana.
Pero ahora.
Ahora somos una cuchara y un tenedor separados por un plato. Somos lo que prometimos no convertirnos nunca. Somos sin llegar a ser.
Ahora solo somos metáforas. 


sábado, 1 de junio de 2013

A la nostalgia no le gusta bailar sola.

¿Nunca habéis llegado al punto de explotar?
Pero no explotar por fuera, estallando y manchando las paredes de odio y a la gente de pensamientos. No.
Explotar por dentro. Como si tu interior desistiese. Notar cómo se esparce el dolor por dentro, como un virus o como la sangre de una herida (esta vez interna). Que la pena no pudiese guardar silencio más, que supieses que al de la izquierda le han rematado.
Que la única droga que te calma por las noches es poder acurrucarte en el rincón de la cama por el lado fresquito de la almohada.
Sentir que no sientes. Estar muerta por dentro. O querer estarlo. Porque estar sin sentir es estar sin estar.
Te faltan letras, ritmos, armonía.
Te faltas a ti misma.
Te prometes y no cumples.
Te intentas querer hasta que te miras al espejo y te vuelves a doler a ti misma.
Sola. Bueno, no, sola no. Siempre te queda la Memoria para acompañarte.
Luego viene cuando te toca desenvolver cada pluma de tus alas y volar tan alto que ni te acuerdes de cómo era pisar el asfalto. Estremecerte en pleno vuelo al recordar el agua salada de las olas acariciando tus pies descalzos, cansados de tanto bailar en la arena ardiente. Confiar en que volverás a amar más allá de un texto.
Ahora me toca mover ficha.
Otra vez.
Otra vez a mí.